Sobre el despido de Ángel Sampedro
Emilio Álvarez, portavoz de la Plataforma de Profesores por la Libertad de Elección de Lengua.
Nos ha llegado la noticia, lamentable, de que el profesor de violín barroco del Conservatorio Superior de Castellón, Ángel Sampedro, ha sido despedido por no acreditar un título C1 de valenciano.
Las directrices acerca de la vehicularidad lingüística en el sistema educativo de la Comunidad Valenciana, conceden a los centros docentes autonomía para decidir qué asignaturas y cuántas (dentro de ciertos límites) deben darse en una u otra lengua cooficiales. Estas decisiones deben quedar convenientemente plasmadas en los respectivos “Proyectos lingüísticos de centro”. Por este motivo, se supone que un profesor debe estar capacitado para impartir sus clases tanto en español como en valenciano, y el nivel C1 –de valenciano, en nuestro caso– acredita una competencia lingüística suficiente para ejercer la docencia, solventemente, en esta lengua. Es decir: acredita un nivel muy alto.
Pero las enseñanzas superiores de “régimen especial”, a las que pertenecen los conservatorios superiores de música, no están sujetas a regímenes de vehicularidad lingüística en sus planes de estudio. De hecho, les invito a encontrar, en sus respectivas páginas web, los “Proyectos lingüísticos de centro” de los conservatorios superiores de Castellón de la Plana, Valencia y Alicante… y advierto de una tarea complicada: nosotros mismos, toda una plataforma de profesores, hemos dedicado una hora de nuestras vidas a bucear en ellas y no los vemos en ninguna parte. También es reseñable un sonoro silencio por respuesta… por parte de Vicent Campos, Director del Conservatorio de Castellón, cuando se le preguntaba, ayer por la mañana, por tal proyecto lingüístico de su conservatorio (igual lo recuerda hoy).
Si estas enseñanzas artísticas no se vehiculan lingüísticamente, ¿qué sentido tiene exigirle a un profesor de violín barroco, que imparte su docencia en la lengua oficial de su elección, conoce el lenguaje local en suficiente medida para comunicarse en él con su alumnado y, más importante aún, es todo un maestro en el lenguaje universal de la música… qué sentido tiene exigirle un C1 de valenciano? Pues todo el sentido del mundo: la xenofobia. Este señor es de Madrid.
La xenofobia es una exitosa práctica… el miedo al extranjero (un extranjero tal como un señor de Madrid en una región con pretensiones nacionalistas) instalado en un territorio en el que literalmente consume recursos (se los sustrae a los lugareños)… es un sentimiento de fuerza imperiosa capaz de todo un argumentario de defensa de lo propio al que, tristemente, nos vamos acostumbrando: nuestra cultura… nuestra tierra… nuestra lengua. Nuestro semidiós Baldoví, ante un caso similar al que tratamos aquí (el de Encarna Grau, exprofesora de trompa en el conservatorio de Onteniente) rezaba sus oraciones: un profesor debe “amar aquella tierra que le ha dado la oportunidad de trabajar”… aprendiendo valenciano, claro. Debo añadir que Encarna, siendo natural de Valencia, también es extranjera… pues no profesa este tipo de amor, básico e imprescindible para portar el obligado sello de la identidad patria. Le pedimos a Baldoví y a su coro de adláteres que le repitan esto mismo a sus compañeros parlamentarios de la Generalidad Valenciana: que abandonen sus escaños si no tienen ese C1 de papel… porque no aman su tierra… porque no merecen sus sueldos. Nos encantaría admirar el resultado…
Que el verdadero dios de las urnas llegue pronto para ti, Baldoví, y así puedas consagrar los días que te queden (y que sean muchos) a un creciente amor por esos terrenos que consideras tuyos de ti, de ti y de los tuyos… y de nadie más…
Y a ti, Ángel Sampedro, todo el ánimo desde esta plataforma… que tu noble entrega al oficio que practicas sea suficiente recompensa para equilibrar esta aberración… este amor tóxico.
Emilio Álvarez